¿Qué es la antiescuela?
La descripción de la anti-escuela va cambiando todo el tiempo, como apenas está en proceso de conformarse o esa es su característica más importante la de no quedarse fija: pero que quede bien claro que no quedarse fija no significa entrar en el loop de las “reformas”, en todo caso en una espiral de continuas “deformaciones”. La antiescuela es básicamente un espacio para desaprender, para generar saberes y para encarnar modos de rebeldía afectiva.
La anti-escuela es un espacio que construimos todos los jueves por la tarde en la banqueta de Fray Servando Teresa de Mier 99, afuera de la UACM plantel Centro Histórico, para pensar en los procesos de desobediencia al orden hetero-patriarcal. Desde la experiencia, el cuerpo y las ideas (feministas, decolonizadoras, anticapitalistas) entre estudiantes, transeúntes y compañerxs de diversos lugares abrimos un lugar para generar formas de vida en desacato al patriarcado.
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¿Qué estamos haciendo en la “Anti-escuela?
«para las disidencias sexuales y de género».
Cuánta tinta y cuántos bytes se han usado para declarar que la educación debe ser radicalmente transfigurada. Y acompañan a estas afirmaciones cientos de ideas sobre cómo sería esa otra configuración: de la enseñanza, de lo que se enseña, del lugar donde se hace esto, y de quiénes − y porqué precisamente esos individuos, organizaciones, instituciones y no otros, ni otras, ni otres − se encargan de y prefiguran esta actividad. En este poster/fanzine que tienes en tus manos queremos enunciar, con mucha tozudez, con rabia, con nuestro sentir pegado a las palabras, que los procesos educativos son nuestros. Que nuestra cólera y nuestra ternura se mete por los poros de todas las formas de educación: la escolar, la familiar, la callejera, la popular, la radical, la invisible, y en las que estés pensando. Nadie nos preguntó cómo queríamos y qué queríamos aprender, y mucho menos se nos preguntó en dónde deseá- bamos hacerlo. Nuestros cuerpos deseantes, afectivos y gozosos nunca entraron a los espacios tradicionalmente asignados a la educación, ni a los momentos en que nos involucramos con aprendizajes en la cotidianeidad; a la usanza cartesiana nuestra piel y nuestro sentir se desconectaron del pensamiento1. Pero no sólo dejamos el cuerpo fuera, también fuimos despojados de nuestras experiencias, nuestres saberes, y nuestras vidas ética y política. Ya sin nuestras ideas y sin nuestros cuerpos, claro está que en las aulas (como en casi todos los espacios y momentos para la educación) no quedó lugar para desobedecer el binarismo sexo-género: para la disidencia sexual, ni para las corporalidades diversas. Cuando des la vuelta al poster encontrarás, si así lo deseas, varias formas de acometer contra la educación hete-ro-patriarcal, capitalista, colonialista y racista. No nos oponemos simplemente a la educación escolarizada, sino atodos los momentos Silvia Federici plantea que para el desarrollo del capitalismo es necesario establecer la superioridad de la mente sobre el cuerpo. Fundamentada sobre las premisas teóricas de Descartes, esta supremacía apunta Federici implica “… controlar las necesidades, las reacciones y los reflejos del cuerpo; que puede imponer un orden regular sobre sus funciones vitales y forzar al cuerpo a trabajar de acuerdo a especificaciones externas, independientemente de sus deseos” Calibán y la Bruja. Mujeres, cuerpo y acumulación originaria, Ediciones Tinta Limón, Buenos Aires, 2010. y espacios donde tenemos experiencias de aprendizaje. Compartimos, quienes hemos colaborado o acompañado el primer ciclo de actividades de la Antiescuela, nuestros pensamientos, sentires y saberes sobre cómo nos involucra- mos en procesos de des-aprendizaje. En ninguna de las colaboraciones se arremete directamente contra la escuela, ni tampoco se rechazan sin más todos los modos de enseñanza-aprendizaje, sino cómo hubiéramos aprendido a repudiar el fascismo, a desacatar el orden heteropatriarcal, a sentirnos acompañadas, a inventarnos un presente que se sostiene de la solidaridad. Como escribe Yecid Calderón, en su aportación a este fanzine, dejamos vacío el campo de batalla (el espacio educativo), nos ausentamos del lugar donde se combate por el control del conocimien- to, de los cuerpos y hasta de la vida. Pero aclaramos que sólo nos salimos momentáneamente para reconectar: afecto con lenguaje, sentir con razón, cultura con naturaleza, humanidad con animalidad, para evitar caer en el orden binario del que se nutre y desde donde se construyen los órdenes cultural, social y político. Y estando afuera hemos tejido rebeldías con personas en las calles, en prisiones, en la frontera, en psiquiátricos, en albergues, en manifestaciones, en fiestas. Ya venimos de vuelta sin pretensiones de quedarnos con el lugar, ni con planes de ocuparlo permanentemente, sino con la intensión de residir el tránsito entre modos de vida llenos de desobediencia. En los que la enseñanza, el aprendizaje, la producción y consumo de conocimientos, los mandatos de género, el control de nuestras cuerpas, la siniestra extracción de recursos naturales, las pugnas y acuerdos entre bandas delictivas, corporaciones y gobierno, y el continuo ataque a los cuerpos disidentes y femeninos, no se hagan eco en la educación.